LA BIBLIA
SOBRE LA INSPIRACION DE LA BIBLIA
Imagine que usted tuviera acceso a cada libro religioso que ha sido escrito. Imagine, también, que usted pudiera pasar aquellos libros a través de alguna clase de cernedor para colar solamente aquellos volúmenes que claman ser un libro de credo, por el cual usted debería conducir y vivir su vida. Lo cierto es que esa sería una tarea dura—una, probablemente, que muy pocos libros podrían pasar. Luego, imagine además que pudiera tomar los libros que pasaron la prueba y pasarlos a través de un segundo cernedor que colaría solamente aquellos libros que claman ser tanto un libro de credo para regular la vida, e inspirados por Dios. Interesantemente, usted podría casi contar ese número de libros ¡con los simples dedos de una mano! La reclamación de inspiración por mano de Dios es efectivamente rara. Por ende, la primera pregunta que debe ser hecha de cualquier volumen por el cual la inspiración es promocionada es esta: ¿Clama el mismo libro ser inspirado?
No obstante, en cuanto a la Biblia, esa pregunta puede ser contestada afirmativamente. Por ejemplo, en su segunda carta a su compañero de trabajo Timoteo, Pablo declaró: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:16,17). Pedro escribió: “Entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 Pedro 1:20,21). Cuando escribió su primera epístola a sus amigos cristianos en Corinto, Pablo les recordó:
Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, lo cual también hablamos, no con sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual (1 Corintios 2:12,13).
Además, los enunciados tales como “Dios dijo...” o “estas son las palabras del Señor...” aparecen miles de veces en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento. De hecho, “existen 2,700 declaraciones en el Antiguo Testamento solamente, las cuales hacen reclamación directa de que la Biblia es la Palabra de Dios” (Ridenour, 1967, p. 2).
Cuando la Biblia reclama ser “inspirada”, ¿qué quiere decir por ese término? El término castellano “inspiración” se deriva del latín inspirare, que significa “soplar sobre o dentro de algo”. Las tres palabras de origen castellano, “inspirado por Dios”, en la versión Reina Valera de 1960 realmente son traducidas del adjetivo único griego, theopneustos, que se deriva de dos palabras griegas principales (theos—Dios, pneo—soplar o espirar). Teológicamente, “inspiración” es usada para la condición de estar directamente bajo la influencia divina. Por tanto, el punto de Pablo era que cada escritura es “el aliento de Dios”. [La palabra “escritura” en 2 Timoteo 3:16 hace referencia principalmente a las Escrituras del Antiguo Testamento. No obstante, cuando el Nuevo Testamento fue escrito, éste también fue referido como la “escritura”. Pedro, por ejemplo, se refirió a las epístolas de Pablo como autoritativas y como la “escritura” (2 Pedro 3:15,16). Por ende, “toda escritura” se refiere a ambos testamentos]. En adición, cuando Pedro escribió en 2 Pedro 1:20,21 que los “hombres de Dios, hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo”, él empleó la palabra griega pheromenoi, que significa literalmente “llevados por”. Su punto fue que los escritores bíblicos no escribieron por ellos mismos, pero mejor dicho fueron “llevados por” el Espíritu de Dios para escribir lo que escribieron.
Pero ¿qué forma toma la inspiración? En la polémica de la inspiración de la Biblia, dos palabras generalmente son usadas para ampliación: verbal y plenaria. Por “verbal”, se quiere decir que cada palabra se encuentra en la Biblia porque Dios lo permitió por la dirección del Espíritu Santo. Por “plenaria” (del latín, plenus—completa), se quiere decir que toda y cada parte de la Biblia es inspirada, sin omitir algo. En otras palabras, al emplear lo que hoy en día llamamos inspiración verbal (palabra-por-palabra), plenaria (completa), Dios se aseguró que los escritos estuvieran correctos y consistentes con Su voluntad. Este punto de vista sostiene que los hombres escribieron exactamente lo que Dios quería que escribieran, sin errores o equivocaciones; aunque con sus propias características individuales evidentes en sus escritos. Aunque los diversos libros de la Biblia reflejan las personalidades de los escritores, como expresados en el elemento humano que a menudo es evidente (el lenguaje usado, el temor expresado, las oraciones ofrecidas, etc.), fue solamente por inspiración verbal y plenaria que Dios pudo transmitir, objetivamente y exactamente, Su Palabra a la humanidad.
EVIDENCIA PARA LA INSPIRACIÓN DE LA BIBLIA
La evidencia que corrobora la afirmación de la inspiración de la Biblia viene de dos fuentes específicas. La evidencia externa incluye tales cosas como la documentación histórica de gente bíblica, lugares y eventos, o hallazgos arqueológicos que confirman los enunciados bíblicos o circunstancias. La evidencia interna es parte de la urdimbre y trama de la misma tela bíblica. Existen fenómenos auto-autenticados dentro del Volumen Sagrado que portan testimonio singular para el hecho de que la misma existencia de las Santas Escrituras no puede ser explicada en ninguna otra manera excepto por el reconocer que ésta es el resultado de una Mente guiadora, principal y supervisora. Cuando se permite que la evidencia para la inspiración de la Biblia hable por sí misma, la historia que nos narra está totalmente en concordancia con la reclamación de la Biblia de inspiración.
La Unidad de la Biblia
La Biblia exhibe una unidad que—en términos puramente humanos—es inexplicable. Ésta fue escrita por más de cuarenta hombres diferentes de prácticamente todo modo de vida. Nehemías fue un mayordomo real. Pedro fue un pescador. Lucas fue un médico. Mateo fue un cobrador de impuestos. Ellos escribieron en tres idiomas (hebreo, arameo, y griego), en por lo menos dos continentes (Europa y Asia), en un periodo de tiempo que abarcó dieciséis siglos (aproximadamente desde el 1500 a.C. hacia alrededor del 100 d.C.). Y cubrieron temas tan diversos como la escatología, soteriología, teología, psicología, geografía, historia, medicina, y muchos otros. Aún así, la Biblia exhibe tal armonía asombrosa y unidad sin par que desafía cualquier explicación puramente naturalista. Es como si la Biblia fuese una sinfonía magnífica dirigida por un solo Conductor. Cada uno de los “músicos” pueden haber tocado un instrumento diferente, en un lugar diferente, en un tiempo diferente, pero cuando el talentoso Maestro combinara sus esfuerzos individuales, el resultado sería una obra maestra impresionante. Cada libro de la Biblia complementa a los otros en un tema único y unido. Desde Génesis a Apocalipsis, existe un desarrollo maravilloso del tema general de la caída del hombre de su estado santo, del plan de Dios para su redención (obrado cuidadosamente a través de los siglos), la vida sin pecado y muerte expiatoria de Jesucristo, y la victoria final del sistema cristiano. En esencia, la Biblia es la historia de un problema—el pecado—con una solución, Jesucristo.
La Certeza Factual de la Biblia
Ya que la Biblia clama ser la Palabra inspirada de Dios, ésta debería ser precisa en todos los temas que discute ya que Dios no es Autor de confusión y contradicción (1 Corintios 14:33), sino de verdad (Juan 17:17). Una y otra vez los hechos de la Biblia han resistido la prueba. Por ejemplo, los críticos de la Biblia acusaron a Isaías de haber cometido un error histórico cuando escribió de Sargón, rey de Asiria (Isaías 20:1). Por años, ésta fue la única referencia histórica—secular o bíblica—a Sargón habiendo sido vinculado con la nación asiria. Luego, en 1843, Paul Botta (quien fue el agente consular francés en Mosul) y Austen Layard desenterraron evidencia que establecía a Sargón como habiendo sido el rey de los asirios. En Khorsabad, ellos descubrieron el palacio de Sargón. De acuerdo con el testimonio arqueológico, aparentemente Sargón hizo su capital en Khorsabad, donde su palacio fue construido en los años finales de su reinado (ca. 706 a.C.). Las paredes del palacio estaban adornadas muy intrincadamente con texto florido que describía los eventos de su reinado. Hoy, un hallazgo del palacio—una piedra impetuosa de cuarenta toneladas (losa)—está en exhibición en la Universidad del Instituto Oriental de Chicago (una evidencia bastante “pesada” para la existencia de Sargón, ¿no diría usted?). Isaías ha estado en lo correcto todo el tiempo.
Los hititas son mencionados más de cuarenta veces en la Escritura (Éxodo 23:28; Josué 1:4, et.al.), y eran tan temidos que en una ocasión registrada ellos provocaron que los sirios huyeran de Israel (2 Reyes 7:6,7). No obstante, los críticos sugirieron que los hititas fueron un producto de la imaginación de los escritores de la Biblia, ya que ninguna evidencia de su existencia había sido localizada. Luego, a finales de 1800 A.H. Sayce descubrió inscripciones en Siria las cuales él finalmente designó como hititas. Seguido a esto, en 1906 Hugh Winckler excavó Boghazkoy, Turquía, y descubrió que la capital hitita había estado localizada en ese mismo terreno. Su hallazgo fue del todo más impactante a causa de las más de 10,000 tablillas de arcilla contenidas en la biblioteca de la ciudad antigua, comprendiendo el sistema de ley de sociedad que finalmente llegó a ser conocido como el Código Hitita. Por consiguiente, Ira Price escribió de los hititas:
La ausencia de testimonio extra-bíblico para su existencia guió a algunos eruditos alrededor de medio siglo atrás a negar su historicidad. Ellos se mofaban en la idea de Israel aliándose a sí misma con tal gente irreal como los hititas, como narrado en 2 Reyes vii.6. Pero aquellas declaraciones han desaparecido sin dejar rastro (1907, pp. 75-76).
En su libro, A General Introduction to the Bible (Una Introducción General a la Biblia), Geisler y Nix escribieron: “La confirmación de la veracidad de la Biblia en asuntos factuales dota de credibilidad a sus afirmaciones cuando habla sobre otros temas” (1986, p. 195). ¡Efectivamente lo hace!
La Profecía de la Biblia
Si la Biblia es inspirada por Dios, debería contener profecía predictiva valedera. De hecho, la profecía bíblica—completamente predicha desde el más mínimo detalle y minuciosamente cumplida con la más grande precisión—ha desconcertado a sus críticos por generaciones. La Biblia contiene profecías acerca de individuos, tierras, naciones, y aun del Mesías vaticinado.
(1) La Biblia predice la destrucción de la ciudad de Tiro con gran precisión. Ezequiel predijo que Nabucodonosor, Rey de Babilonia, destruiría la ciudad (Ezequiel 26:7,8). Muchas naciones se levantarían en contra de Tiro (26:3). La ciudad sería allanada y barrido su polvo como una peña lisa (26:4). Los muros de la ciudad, su madera, y su polvo serían arrojados al mar (26:12). El área circundante se convertiría en un lugar de tendederos de redes (26:5). Y finalmente la ciudad nunca sería reedificada a su gloria antigua (26:14). La historia registra que cada una de estas predicciones se hizo realidad. Tiro, una ciudad costera de los tiempos antiguos, tenía un muy inusual arreglo. En adición a la ciudad interior, había una isla alrededor de tres-cuartos de milla a poca distancia de la costa. Nabucodonosor sitió la tierra principal de la ciudad en el 586 a.C., pero cuando finalmente pudo ocupar la ciudad en el 573 a.C., su victoria fue menguada. Ignorado por él, los habitantes habían dejado la ciudad y se habían mudado a la isla—una situación que permaneció virtualmente incambiable por los próximos 241 años. Luego, en el 332 a.C., Alejandro el Grande conquistó la ciudad—pero no con facilidad. Para llegar a la isla, él hizo que su ejercito, literalmente, “deje limpio” la tierra principal de sus escombros, y luego empleó esos materiales (piedras, madera, y tierra) para construir un “puente de tierra” a la isla. Pero aunque Alejandro causó daño severo sobre la ciudad, ésta todavía permaneció intacta. De hecho, ésta creció y menguó durante los próximos 1,600 años hasta que finalmente, en el 1291 d.C., los musulmanes destruyeron totalmente a Tiro. La ciudad nunca recuperó su posición o riqueza y poder que una vez tuvo. El profeta Ezequiel miró 1,900 años en el futuro y predijo que la ciudad de Tiro sería una peña lisa donde los pescadores se juntarían para tender sus redes. Y eso es exactamente lo que la historia registra (vea Bromling, 1994, p. 96; Major, 1996, pp. 93-95).
(2) El Antiguo Testamento contiene más de trescientas profecías mesiánicas. El Profetizado sería nacido de una mujer (Génesis 3:15; Gálatas 4:4), de la simiente de Abraham (Génesis 22:18; Lucas 3:34), de la tribu de Judá (Génesis 49:10; Hebreos 7:14), del linaje real de David (2 Samuel 7:12; Lucas 1:32), en Belén (Miqueas 5:2; Mateo 2:1), de una virgen (Isaías 7:14; Mateo 1:22,23), para herir la cabeza de Satanás (Génesis 3:15; Gálatas 4:4; Hebreos 2:12-14). Su ministerio en Galilea fue profetizado (Isaías 9:1,2), y fue profetizado que un “precursor” anunciaría Su llegada (Isaías 40:3; Mateo 3:1-3). Él aparecería durante los días del reinado romano (Daniel 2:44; Lucas 2:1), mientras Judá todavía poseyera su propio rey (Génesis 49:10; Mateo 2:22). Él sería muerto algo de 490 años después del mandamiento de restaurar Jerusalén al final del cautiverio de Babilonia (457 a.C.), i.e., 30 d.C. (Daniel 9:24 et.seq.). Él debía ser tanto humano y divino; aunque nacido, fue eterno (Miqueas 5:2; Juan 1:1,14); aunque hombre, fue “miembro” de Jehová (Zacarías 13:7; Juan 10:30; Filipenses 2:6). Él debía ser bondadoso y compasivo en Sus tratos con la humanidad (Isaías 42:1-4; Mateo 12:15-21). Él se sometería en una manera perfecta a Su Padre celestial (Salmos 40:8; Isaías 53:11; Juan 8:29; 2 Corintios 5:21; 1 Pedro 2:22).
La profecía decía que Él sería desechado y conocería el dolor (Isaías 53:3), y sería traicionado por un amigo (Salmos 41:9) por treinta piezas de plata (Zacarías 11:12). Él lo fue (Juan 13:18; Mateo 26:15). Él sería escupido y golpeado (Isaías 50:6; 53:5), y en la muerte tanto Sus manos y Sus pies serían traspasados (Salmos 22:16). Esto es exactamente lo que pasó (Mateo 27:30; Lucas 24:39). Las Escrituras predijeron que Él sería contado con los criminales (Isaías 53:12), lo cual fue (Mateo 27:38). Sería escarnecido, no solamente con palabras desdeñosas (Salmos 22:7,8), sino con vinagre amargo (Salmos 69:21). Así Él lo fue (Mateo 27:39,48). Aunque Él moriría y sería colocado en una tumba de un hombre rico (Isaías 53:9; Mateo 27:57-60), Sus huesos no serían quebrados (Salmos 34:20; Juan 19:33), y Su carne no vería corrupción porque Él se levantaría de la muerte (Salmos 16:10; Hechos 2:22 et.seq.) y finalmente ascendería al cielo (Salmos 45:6; 110:1-3; Hechos 1:9,10).
Una y otra vez las profecías bíblicas son presentadas y cumplidas, con detalle exacto. Jeremías escribió: “El profeta que profetiza de paz, cuando se cumpla la palabra del profeta, será conocido como el profeta que Jehová en verdad envió” (Jeremías 28:9).
El Conocimiento Científico Previo de la Biblia
Entre las muchas pruebas intrigantes de la inspiración de la Biblia está su conocimiento científico previo extraordinario. Desde la antropología hasta la zoología, la Biblia presenta información asombrosamente precisa que los escritores, por sí mismos, simplemente no pudieron haber conocido. Por ejemplo, en Génesis 17:12, Dios mandó a Abraham a circuncidar a los varones recién nacidos en el octavo día. ¿Por qué el día octavo? En los seres humanos, la coagulación de la sangre depende de tres factores: (a) plaquetas; (b) vitamina K; y (c) pro trombina. Los científicos ahora se dan cuenta que la vitamina K es responsable por la producción (por el hígado) de pro trombina. Si la vitamina K es deficiente, los niveles de la pro trombina serán bajos y puede ocurrir hemorragia.
Interesantemente, es solamente en el quinto al séptimo día de la vida del recién nacido que la vitamina K (que es producida por la acción de bacterias en el tracto intestinal) se presenta en cantidades adecuadas. La vitamina K—juntamente con la pro trombina—causa la coagulación de la sangre, lo cual es importante en cualquier procedimiento quirúrgico. Entonces, obviamente, si la vitamina K no es producida en suficientes cantidades hasta el quinto día al séptimo, sería sabio el posponer cualquier cirugía hasta algún tiempo después. Pero ¿por qué Dios especificó el octavo día?
En el octavo día, la cantidad de pro trombina presente es realmente elevada a más del 100 por ciento de lo normal. De hecho, el octavo día es el único día en la vida del varón en el cual éste sería el caso bajo condiciones normales. Si la cirugía es llevada a cabo, el día octavo es el día perfecto para hacerlo. S.I. McMillen, el eminente doctor médico que escribió None of These Diseases (Ninguna de Estas Enfermedades), anotó acerca de esta información:
[...]mientras que felicitamos a la ciencia médica por este descubrimiento reciente, podemos casi oír las páginas de la Biblia crepitar. Les gustaría recordarnos que cuatro mil años atrás, cuando Dios inició la circuncisión con Abraham, Él le dijo “Y a la edad de ocho días será circuncidado...”. Abraham no escogió el octavo día después de muchos siglos de experimentos de pruebas y errores. Tampoco él o alguno de su sociedad de la antigua ciudad de Ur de los caldeos había sido alguna vez circuncidado. Este fue un día escogido por el Creador de la vitamina K (1963, p. 21, énfasis en original).
La información empleada por Abraham, y confirmada en el escrito de Moisés, fue científicamente precisa en ese entonces, y permanece así ahora. Ninguna cultura poseyó tal perspicacia científica que, sinceramente, fue años adelantada a su tiempo. Entonces, ¿cómo Abraham y Moisés llegaron a conocer el mejor momento para la circuncisión—a menos que, naturalmente, éste les haya sido revelado por Dios y registrado en Su Palabra a través de inspiración?
CONCLUSIÓN
Aquellos que han fijado sus rostros en contra de Jehová han despotricado contra la Biblia por generaciones. El rey Joacim tomó su cortaplumas, rasgó las Escrituras del Antiguo Testamento en pedazos, y los quemó en el fuego (Jeremías 36:22,23). Durante la Edad Media, muchos intentos fueron hechos para mantener a la Biblia lejos del hombre en las calles. De hecho, aquellos sorprendidos traduciendo o distribuyendo las Escrituras a menudo fueron aprisionados, torturados, y aún muertos. Siglos después, el escéptico Francés Voltaire se jactó que “dentro de cincuenta años, la Biblia nunca más sería tratada entre la gente educada”. A pesar de su jactancia, la Biblia todavía está siendo tratada entre la gente educada, mientras el nombre de Voltaire languidece en oscuridad relativa. Como el yunque del herrero—que desgasta muchos martillos pero éste mismo no es afectado—la Biblia desgasta las acusaciones inicuas de los escépticos, mientras permanece del todo ileso. John Clifford (1836-1923), un ministro bautista y reformador social, escribió:
Anoche pasé al lado de la puerta de un herrero,
Y oí el toque del yunque al carillón vespertino;
Entonces mirando, vi sobre el piso,
Martillos viejos, desgastados con los golpes de los años del tiempo.
Yo dije, “¿Cuántos yunques has tenido
Para desgastar y estropear así todos estos martillos?”.
“Solo uno”, él dijo, y luego con ojos centellantes;
“El yunque desgasta a los martillos, vos sabéis”.
Y así, pensé yo, el yunque de la palabra de Dios,
Por años los golpes del escéptico han golpeado sobre ella;
Aunque el ruido de los golpes cayendo fue oído
El yunque está indemne...los martillos se han ido.
Los gobiernos vienen y van. Las naciones se levantan y caen. La gente vive y muere. Jesús advirtió que “los cielos y la tierra pasarán” (Mateo 24:35), pero entonces continuó para denotar que Sus “palabras no pasarían”. Isaías escribió: “Sécase la hierba, marchítase la flor, mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre” Isaias 40:8.
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